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APRENDIENDO EN LIBERTAD

Atender cada día unos 400 a 500 niños y adolescentes, promedio similar al de una escuela mediana, ha significado para el equipo de la Casa de Niño ir haciendo camino, buscar nuevas pistas, aprender a leer las señales dadas por los mismos niños. Sobre todo porque se trata de llevar a la práctica una opción pedagógica: «aprender a vivir en libertad con responsabilidad» en un contexto social marcado por el autoritarismo, en una cadena de relaciones de poder en la cual los niños y adolescentes son los más afectados en distintos sentidos: por exceso de reglas que cumplir, o por ausencia de referentes y pautas que les brinden seguridad.

Los niños y adolescentes que asisten regularmente a la casa, también asisten a diversas escuelas, por lo que participan de dos espacios educativos, con características y objetivos propios. Desde mi punto de vista, ambos espacios son necesarios y complementarios, ya que cumplen objetivos específicos y precisamente esta complementariedad es valiosa.

En este caso señalaré algunos elementos de la experiencia no escolarizada de la casa del niño, que pueden contribuir a renovar la escuela.

La centralidad de los niños y adolescentes: es el criterio básico de la organización y la gestión. La pregunta clave es ¿qué experiencias necesitan para aprender a vivir en libertad con responsabilidad?. De las respuestas surge la planificación de actividades, la capacitación del equipo, la organización del tiempo y del espacio, la coordinación con otras instituciones, etc.

El respeto a la diversidad: evitando la tendencia a poner a todos en el mismo molde: uniforme, peinado, fórmulas sociales, etc. Si cada uno puede mostrarse tal como es, aprende a respetar y valorar las diferencias (no las desigualdades), así como a relacionarse de manera más personalizada. En el Perú, estas actitudes son muy importantes porque somos un país con culturas muy diversas, y necesitamos superar situaciones de discriminación y exclusión generalizadas.

Información sobre las actividades que se ofrecen: talleres, festivales, juegos, etc. de manera que cada quien pueda elegir lo que más le gusta y/ o conviene por un período de tiempo. De esta manera niños y adolescentes aprenden que el derecho a elegir conlleva la responsabilidad de cumplir compromisos asumidos libremente.

Oportunidad para organizar su propio tiempo: no existe un horario igual para todos, en el marco de la organización de la casa cada uno puede organizar su tiempo para hacer las tareas de la escuela, leer con fines recreativos, jugar, conversar con los amigos, asistir a un taller, etc.

El respeto a los acuerdos de grupo: si uno se compromete a participar en un taller o curso, es importante que cumpla, pues el grupo cuenta con su presencia. En este punto, fue necesario hacer varios cambios, hasta llegar a que los propios participantes establezcan las normas de acuerdo con la animadora y las características del trabajo.

Los espacios de participación: que se han ido ampliando cada año con la finalidad de escuchar las opiniones, críticas y sugerencias de niños y adolescentes. Así aprenden que frente a un mismo hecho puede haber distintos puntos de vista y que hace falta llegar a un acuerdo para asegurar una convivencia armoniosa. Actualmente representantes de niños y adolescentes participan en la planificación de actividades con los animadores y cada vez asumen mayor iniciativa.

Uso responsable del espacio físico: si bien uno es libre de transitar por la casa, es necesario respetar el espacio de los otros de acuerdo a las normas establecidas. Generalmente se tiene la idea de que los espacios públicos, como las calles, son de todos y por eso puedo hacer lo que quiera. En este caso se trata de aprender que por ser el espacio de todos no debo hacer lo que mejor me parece sin tener en cuenta los intereses de los demás. Así cobra sentido guardar silencio en la biblioteca, mantener ordenados los materiales comunes, evitar ubicarse en lugares de tránsito, etc.

La responsabilidad compartida en el cuidado de la casa y los materiales: surgió como una alternativa para modificar conductas y actitudes de descuido, indiferencia y hasta destrucción de muebles y materiales. Al inicio se interpretó que todo era de todos y finalmente nadie era responsable del cuidado de los materiales, recayendo en las animadoras todo el trabajo. Posteriormente se replanteó esta idea y práctica, llegando a algunos acuerdos básicos.

Práctica de la evaluación formativa: es decir, oportunidad de reconocer lo que se aprendió y cómo se logró, así como lo que dificultó cumplir con los objetivos personales o de grupo. La finalidad es que cada uno aprenda a reflexionar sobre sus acciones, su aporte al grupo, su manera de trabajar; aprenda a disfrutar de sus logros así como a darse nuevas oportunidades corrigiendo aquello que reconoce como obstáculos.

La búsqueda de prácticas que ayuden a los niños y adolescentes a desarrollar autoestima, autonomía, iniciativa, criticidad, creatividad, supone mucha exigencia, pero a la vez satisfacción al comprobar logros significativos a lo largo de estos años. No resulta fácil hacer este camino porque como ya se ha señalado, la cultura autoritaria prima en las familias, escuelas y en las instituciones en general, pero el equipo de la casa del niño y de la niña Santa Bernardita ha asumido el gran reto de formar nuevas generaciones de ciudadanos capaces de aportar a la transformación de la sociedad peruana.



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